...Una joven de aspecto cansado viajaba de pié en el metro. Apoyaba su espalda en una puerta mientras rebuscaba en su bolso. Sacó un sandwich envuelto en papel Albal y le pegó un mordisco. En ese momento y con la boca llena se fijó en el indigente que pasaba pidiendo limosna junto a ella llevando un vaso de plástico en la mano con algunas monedas dentro.
Ella observó como el hombre mayor, de aspecto desaliñado, que llevaba una gabardina larga, una muleta y unas chanclas de piscina en los pies, a pesar de ser invierno, miraba su bocadillo con ojos de deseo.
La mímica hizo su aparición, la joven le señaló el bocadillo con un dedo y el anciano sin decir palabra asintió con la cabeza mientras le sonreía, ella volvió a envolver el bocadillo y se lo ofreció. Él lo aceptó en silencio dándole las gracias con un leve movimiento de cabeza y se lo guardó en un bolsillo de la gabardina.
En la siguiente parada yo me bajé justo detrás del anciano, que comenzó a caminar despacio, ya que cojeaba, sacó el bocadillo del bolsillo y lo fue comiendo poco a poco y chupándose literalmente los dedos. Le adelanté y mi estómago se encogió de remordimiento pensando en lo llena que estaba mi nevera...