domingo, 31 de julio de 2016

Mamá, quiero ser payaso

-  Y tú Pablito ¿Qué quieres ser de mayor? me preguntó la vecina de mi madre, esa que tiene sobrepeso y sobrepelo sobre sus labios.
-  ¡Yo quiero ser payaso!, le dije.
Mi madre mi miró sorprendida y me dio una colleja.
- ¡No digas bobadas, buen payaso estás tú hecho! ¡Estos niños….tienen unas cosas!
Ambas mujeres se quedaron hablando en el rellano mientras yo entraba en casa sin entender porque se sorprendían tanto por querer tener una profesión tan bonita. Lo cierto es que ya ejercía de payaso a la menor ocasión, en el cole, cualquier cosa que hacía provocaba risas, de esas que te dejan con dolor de tripa por no poder parar de reír.
Mis profesores no se enfadaban conmigo porque ellos lo pasaban tan bien como mis compañeros. Incluso uno de mis profesores, el de lengua, de vez en cuando me daba pequeños guiones para que en los ratos libres, mi amigo Oscar y yo hiciéramos pequeñas escenas cómicas.
En el festival de navidad mi amigo y yo solíamos disfrazábamos de payasos y hacíamos alguna pequeña actuación. No sé como mi madre no se dio cuenta, ya entonces, de que era mi verdadera vocación.
Me costó discutir mucho con mis padres, pero finalmente me salí con la mía, y tras mucho esfuerzo y estudio lo conseguí. Ahora disfruto día a día con mi trabajo.  
No hay dinero que pague lo que siento cuando voy a los hospitales y consigo arrancar una sonrisa a los niños que están enfermos.
…¿y tú, que quieres ser de mayor?

viernes, 29 de julio de 2016

¡Ahora muere, y envíanos un hermanito!

¡Ahora muere, y envíanos un hermanito! Estas fueron las palabras del padre a la niña recién nacida, mientras la comadrona siguiendo la tradición, la metía una golosina en la boca y la asfixiaba para meterla luego en una tinaja de barro. Donde quedaría oculta para la administración.
La comadrona sintió un tremendo dolor de estómago mientras se ocupaba del bebe, pero si no hacía eso no cobraba y este mes habían nacido varias niñas que no quiso matar. Ya no podía seguir sin cobrar, así que no le quedaba más remedio que hacerlo.
Estaba harta de su trabajo, a veces se replanteaba irse de la india a otro país, pero para eso se necesitaba mucho dinero. Incluso irse a la ciudad no era alternativa, si no cambiaba de profesión no iba a adelantar nada moralmente. En la ciudad donde si había ecografías, si se veía que era una niña se ofrecía a los padres hacer allí mismo el aborto, que normalmente les tocaba hacer a las comadronas. El lema era “Gaste hoy 5.000 rupias, y ahorre 500.000 mañana” pagar una ecografía+aborto era más barato que ahorrar para una dote decente con la que poder casar a una hija.
Cuando depositó el cuerpecito de la niña y cerró la tinaja, cogió el dinero y se marchó a casa a llorar en brazos de sus hijas. Tres hijas,  ni más ni menos,  a las cuales sacaba adelante ella sola porque su padre había muerto. Ahora más que nunca era el momento de hacer las maletas y salir las cuatro a buscarse la vida en otro sitio, donde la vida de la mujer valga lo mismo que la de un hombre…


miércoles, 27 de julio de 2016

Un corazón en Madrid una vida en Alemania


El autobús turístico circulaba por la Gran Vía, ya era de noche y las luces navideñas
iluminaban sus fabulosos edificios. Mis hijos, a pesar del frío, iban señalando con sus deditos emocionados todo lo que les sorprendía: el enorme árbol de navidad de la calle Montera, los vagabundos que dormían entre cartones junto a sus perros ó gatos, los grupos de gente disfrazada con motivos navideños, los escaparates luminosos, las terrazas en la calle con sus estufas encendidas. Sonreían respondiendo con sus manitas a los saludos que les lanzaba la gente cuando les veía pasar en el autobús con aquellos gorritos de reno y de papa Noel. Yo disparaba fotos intentando capturar esos momentos que les habían emocionado, para que en el futuro, desde Alemania, cuando vieran esas fotos recordaran la maravillosa visita a la ciudad que nunca duerme. “Mi Madrid”, donde espero volver algún día, cuando esta maldita crisis acabe.