miércoles, 13 de marzo de 2013

La llamada de teléfono

...¡112 servicio de urgencias, buenos días, le atiende María! ¿en que puedo ayudarle?
-¡Buenos días maja, perdona que te moleste pero no sabía a quién llamar! verás, voy a suicidarme y quería preguntar si tengo que dejar una nota o algo para que luego mis hijos no tengan problemas y me puedan enterrar sin causarles mucho trastorno.
-¿Como se llama señora y porque quiere suicidarse? dijo la operadora mientras comenzaba a sudar.
-Verás niña, mañana vienen a echarme de casa, ¡mi casa!, aquí han crecido mis hijos y mis nietos y ahora por avalar a uno de mis hijos me encuentro que con mis 83 años me van a echar a la calle ¡si mi marido levantara la cabeza y viera esto, pobrecito, con lo duro que hemos trabajamos para salir adelante! bueno guapa, que a lo que vamos, ¿tendrán mis hijos algún problema? ¿es mejor que deje una nota? es que ya no veo bien y me cuesta escribir, ¿serviría esta llamada como prueba de que lo ha hecho yo sola, sin que culpen a nadie?
-Pero señora, no puede hacerlo, piense en sus hijos...
-Pues si precisamente lo hago por ellos. Si me quedo sin casa me tocará ir rodando por sus casas y ya soy un estorbo, no puedo moverme mucho, mi pensión es pequeña y casi ni veo aunque me gusta vivir sola porque aún tengo la cabeza en mi sitio, que vida me espera a partir de ahora, ya soy muy mayor y no me necesita nadie...
La operadora a pesar de su estado de nervios consiguió activar un mecanismo de aviso a su superior y él tomó el control para localizar la llamada. Mientras, la operadora siguió dando palique a la anciana para que le diera tiempo a la policía a llegar a su casa e intentar impedir tan amargo final.
- ¡Ay niña, te tengo que colgar que llaman a la puerta! Muchas gracias por escucharme bonita. Adiós...Clic y colgó.
La operadora se quitó los cascos y comenzó a llorar presa de los nervios, una compañera se acercó y le preguntó ¿que te pasa María?. Ella comenzó a contar a su compañera la historia mientras deseaba que fuera la policía la que estaba llamando a esa puerta...

jueves, 7 de marzo de 2013

Lo que duele querer a un hijo

...Estaba allí dormidito, en su cunita, tan indefenso, tan tierno. De repente se me puso un tremendo nudo en la garganta y mis ojos se inundaron de lágrimas sin que yo pudiera impedirlo. Intentaba pensar racionalmente y descubrir porque lloraba, en realidad debería ser feliz en ese momento, no tenía el menor motivo para llorar, no eran lágrimas de pena pero tampoco de alegría ¿que era entonces? Cuando conseguí calmarme un poco y reflexioné, descubrí que lloraba por el inmenso amor que sentía por mi hijo y que me proporcionaba incluso un dolor físico, ¡querer a alguien hasta doler! lo había oído en las novelas rosas que leía de joven  pero nunca pensé que yo lo iba a experimentar.
A medida que fue creciendo todos sus actos me dolían incluso más que cuando era un bebe indefenso, porque cada vez le amaba más y cada vez sentía más miedo por él... Dolor al verle caer mientras daba sus primeros pasos, dolor por dejarle llorando su primer día de colegio, dolor cuando se perdió en un supermercado al pensar en su miedo, dolor por el disgusto que sintió con su primer suspenso, dolor por verle infeliz con su primer desamor, dolor por su primera pérdida de trabajo, dolor por su matrimonio (yo no aguantaba a su mujer), dolor por su separación (a pesar de que yo no aguantara a su mujer), dolor por verle infeliz sin sus hijos al no tener su custodia, dolor por verle en el paro por la crisis, dolor por verle tener que volver a mi casa con casi cincuenta años por no poderse pagar una pensión, dolor por verle sumido en la desesperanza y la desilusión de un futuro.... ¿quién dijo que un hijo trae un pan debajo del brazo? Yo creo que trae una carga inmensa y muy, muy dolorosa, porque les quieres tanto que te duele todo lo que les pase y más si no les puedes ayudar. A pesar de todo él ha sido el motor de mi vida y lo sigue siendo, solo espero que recupere el control de su vida y vuelva a ser feliz para que, egoistamente,  yo también pueda serlo a mis setenta y dos años. ¡Te quiero, mi niño grande!...

Mi inspiración se enfada

...Mi inspiración está enfadada conmigo porque mi día a día no me deja tiempo para atenderla y no la hago mucho caso. Por eso se ha puesto en plan quisquillosa y me tortura a la menor oportunidad. Ataca en cualquier momento y me pone en grandes aprietos en mi vida laboral y personal. El otro día en mitad de una reunión, a mi inspiración, le dió por sumergerse en una bella historia de amor que podría suceder entre dos de los ponentes de la reunión y durante mucho rato me tuvo en el limbo teniendo que llamarme la atención mi jefe en varias ocasiones, después de justificar un pequeño tapón en el oído que me impedía atender con normalidad y superar el trance pude por fin deshacerme de ella y continuar con la reunión con normalidad. Otro día mientras preparaba las lentejas un sábado mi querida inspiración me atacó de nuevo y me vi inmersa en una gran batalla naval con barco pirata incluido y un hermoso joven con una gran cicatriz en el pecho que me levantaba en vuelo entre los cabos del barco y me salvaba de caer en manos de los ingleses, mientras estaba en esa situación, mi hijo pequeño tiró de mi mandil gracias a lo cual volví a la realidad y me dijo que olía a quemado y salía humo de la cazuela....¡Si se habían pegado las lentejas! ese día me tocó llamar a un chino para comer. Son tantos los momentos que me tiene desconectada de la vida real que creo que voy a tener finalmente que buscar un hueco en mi vida para hacerle caso, si no cualquier día la desconexión me provocará un grave accidente. Creo que comenzaré esta noche, le dedicaré una hora de mis sueños a ver si así nos reconciliamos. Si supiera cuanto la quiero y la hecho de menos no me haría tantas barbaridades...