miércoles, 12 de febrero de 2020

La arqueóloga del alma


Acercándose un poquito más al borde del barranco donde se esconde la risa, así la encontré. 

Le dije que no debería hacerlo, que estaba prohibido, pero ella era diferente, necesitaba ver, sentir, comprobar que eran ciertas las historias del pasado y que la risa existió. 

Ella se descolgó por el barranco con ayuda de una cuerda y al momento comencé a escuchar unos extraños sonidos que me helaron la sangre. Pasados unos minutos apareció al borde del barranco. Su cara era diferente, su boca dibujaba una extraña curva hacía arriba y sus ojos brillaban. 

Nunca volvió a ser la misma, nunca más volvió a ser triste como el resto del mundo.

¿Y sin embargo me quiere?


Como un enjambre después de recibir la pedrada de un niño, así me sentí cuando la vi del brazo de otro tío. 

Me hubiera gustado partirle la cara a él y a ella verla suplicar por volver conmigo. 

Había sido mi chica hasta que la violé. Aún recuerdo sus ojos llenos de odio y temor. Eso me excita aún más. 

Quizás debería ir a terapia, pero mi padre siempre me dice que las mujeres están en este mundo para servirnos. 

Además ella no me ha denunciado, así que supongo que en el fondo me quiere. 

En cuanto la pille sola se lo voy a preguntar...

Hoy he comido lentejas

“El árbitro añadió catorce minutos” logré decir, mientras la doctora me miraba con una sonrisa bobalicona y condescendiente.

-¡Eso está muy bien Manuel, te has acordado! dijo ella.

Sí, claro que me acordaba, fue un hecho muy importante en mi carrera, además ¿Cómo no me iba a acordar? cada día me pregunta lo mismo, es cansina.

Creo que solo por el hecho de que no recuerdo lo que he comido hace un rato, están preocupados porque pierda la memoria, ¡Qué tontería!

Cuando venga mi hija a verme, me voy a quejar…. ¿o era mi mujer?.

Bajo cero


Tampoco hoy encontré trabajo, mi perfil no se ajusta a ningún trabajo del mundo moderno.

Estar criogenizado durante dos siglos no me ha proporcionado un conocimiento extra, salvo en lenguas muertas, y hoy en día existen traductores implantados en el cerebro para cualquier lengua actual o antigua.

Mis habilidades manuales tampoco me sirven de nada, todo está automatizado o realizado por robots.

Me arrepiento de haberme congelado en espera de una cura para una enfermedad en aquel momento mortal.

Estoy solo sin familia, sin amigos…

¿Quién me cura ahora la pena de la soledad? Quizás debería pulsar el botón RESET que me han implantado.