viernes, 26 de diciembre de 2014

Nacer en Kenia


-¡Mama Mary! ¡Mama Mary! se han encontrado esta niña sola por la calle, al parecer lleva días vagando sola. Se ha desmayado y cuando he ido a entregar la leche a casa del maestro me ha pedido que la trajera al orfanato.
-¡Pobrecita, no debe tener más de año y medio o dos años! Habrá que buscar un hueco en la sala de las niñas pequeñas para ella.
Depositaron a la niña en una camita improvisada y fueron a por un biberón. 
-Creo que lo primero que necesita es comer, ya la limpiaremos después.
Cuando la pequeña abrió los ojos, se encontró con 20 miradas de niños como ella que le sonreían a su alrededor.
-¡Vamos, vamos, dejarla tranquila, tiene que comer! Mama Mary le ofreció el biberón y la pequeña se lanzó desesperada a por él.
-¡Tranquila, tranquila que hay más! Aquí la leche no te faltará. Tenemos doce vacas ¿sabes? Todos las cuidamos. ¿quieres verlas?. La pequeña asintió con la cabeza.
- Pero primero te tengo que bañar y ponerte ropa limpia. Luego podrás ver a las vacas ¿de acuerdo?
La mirada de la pequeña se nublaba por momentos de emoción, miedo, felicidad, angustia. Miro alrededor y le pareció que había millones de niños en aquel sitio. Literas y literas llenas de niños de todas las edades.
La que llamaban mama Mary parecía una buena persona. Se dejó bañar y cambiar su harapos por ropa limpia y caliente. Luego aceptó la mano de una niña mayor que la llevó a ver aquellas fábricas de leche que rumiaban lentamente mientras unos niños las ordeñaban y otros limpiaban los establos.
Dentro de su cabecita lo único que pensó es que aquello era el paraíso y que allí podría, por fin, ser feliz. Apretó fuerte la manita de su acompañante y está la cogió en brazos y le dio un cálido y tierno abrazo.

Siempre serás "mi niño"

...Se quitó los zapatos y abrió sigilosamente la puerta de casa. No quería que su madre se enterase de a qué hora había llegado. No es que le tuviera miedo o que le fuera a castigar, ya era mayor para hacer con su vida lo que quisiera, pero ¡por no oírla se daba dinero!. Siempre estaba con la misma retaila, ¡Que horas de llegar! ¿Qué se te ha perdido por ahí a esas horas? Solo hay vagos, putas y maleantes.
A pesar de que ya era un hombre adulto y de hecho ya era incluso abuelo, para su  longeva madre él siempre seguiría siendo “su niño”.

Cuando llegó la crisis, y tras morir su mujer, pensó que sería buena idea volver a vivir con su madre de 92 años en un afán de cuidarla, pero lo cierto es que era ella, a pesar de su edad, quien cuidaba de él, le cocinaba, le cuidaba su ropa, le hacía compañía, pero también imponía sus normas.
Mariano en ocasiones se había ido a contar sus penas a su hija mayor, que era con la que tenía más complicidad, para desahogarse de cómo le trataba su madre.  Entonces ella se reía y le decía ¿ahora entiendes porque me fui tan joven de casa? No había quien os aguantara a mama y a ti, cuando os poníais en ese plan. ¡Papá, llega una edad en la que no es sano vivir con los padres! Y tú la has pasado con creces. Sé que estás muy solo, pero la abuela siempre ha sido una persona de trato difícil. ¡Yo que tú me volvía a independizar!.
Así que ahora a mis 72 años me veo en la tesitura de decirle a mi madre que ¡me voy de casa!. Aún no sé qué escusa poner, tendré que pensarlo para no herirla, pero lo cierto es que los años que me queden los quiero vivir libre.