A pesar de que ya era un hombre adulto y de hecho ya era incluso abuelo, para su longeva madre él siempre seguiría siendo “su niño”.
Cuando llegó la crisis, y tras morir su mujer, pensó que sería buena idea volver a vivir con su madre de 92 años en un afán de cuidarla, pero lo cierto es que era ella, a pesar de su edad, quien cuidaba de él, le cocinaba, le cuidaba su ropa, le hacía compañía, pero también imponía sus normas.
Mariano en ocasiones se había ido a contar sus penas a su hija mayor, que era con la que tenía más complicidad, para desahogarse de cómo le trataba su madre. Entonces ella se reía y le decía ¿ahora entiendes porque me fui tan joven de casa? No había quien os aguantara a mama y a ti, cuando os poníais en ese plan. ¡Papá, llega una edad en la que no es sano vivir con los padres! Y tú la has pasado con creces. Sé que estás muy solo, pero la abuela siempre ha sido una persona de trato difícil. ¡Yo que tú me volvía a independizar!.
Así que ahora a mis 72 años me veo en la tesitura de decirle a mi madre que ¡me voy de casa!. Aún no sé qué escusa poner, tendré que pensarlo para no herirla, pero lo cierto es que los años que me queden los quiero vivir libre.
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