miércoles, 28 de diciembre de 2016

Don erre que erre


Cada vez que le hablaba del último sobre rechazado, ponía los ojos en blanco y tras farfullar alguna palabrota, se sentaba en su estudio, volvía a sacar la vieja máquina de escribir y comenzaba otra carta.
Este ritual duraba ya veinte años, pero parece ser que un vacío legal le permitía, a mi marido no pagar la multa, y a la administración volver a solicitarla.
Supongo que en la administración existía otro personaje tan cabezón como mi marido, para que, por una multa de 300 pesetas llevaran mandándose cartas mensuales durante tantos años.

¡El diablo se lo lleve!

Sigo observando mi trocito de cielo, mientras espero que nos rescaten. No puedo moverme, no siento las piernas y no oigo ningún ruido. Es como estar bajo el agua. Veo a mi hermanito lleno de sangre. Él está boca abajo y no puede ver el cielo, pero le veo mover una mano, así que creo que está vivo. ¡Ojalá mi padre este muerto! le dijo a mama que se iba a tirar con el coche por un puente. No puedo olvidar el grito desgarrador de mama. Quizás existan los milagros y como dice mi abuela, ¡el diablo se lo lleve!.

Flash Gordon

De un certero bocado, le arrebató el pincel, por suerte, hoy había sido más rápido e impidió que le mordiera el dedo, no como la semana pasada que le mordió la oreja, ó la anterior en un brazo y estuvo llevando manga larga toda la semana para que su madre no viera la herida.
De nada había servido contárselo a la profesora, ni a sus padres.
-¡No será para tanto!
-¡Son cosas de niños! decían.
Ahora callaba y esperaba su momento. Un día sería tan rápido como Flash Gordon y le clavaría un lápiz en el corazón sin que nadie le viera. ¡Quizás así, volvería a poder dormir sin tener pesadillas!