miércoles, 28 de diciembre de 2016

Don erre que erre


Cada vez que le hablaba del último sobre rechazado, ponía los ojos en blanco y tras farfullar alguna palabrota, se sentaba en su estudio, volvía a sacar la vieja máquina de escribir y comenzaba otra carta.
Este ritual duraba ya veinte años, pero parece ser que un vacío legal le permitía, a mi marido no pagar la multa, y a la administración volver a solicitarla.
Supongo que en la administración existía otro personaje tan cabezón como mi marido, para que, por una multa de 300 pesetas llevaran mandándose cartas mensuales durante tantos años.

1 comentario:

  1. Hola!!! Estoy recorriendo los blogs de lablogoteca!! Dando la última vuelta!!
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