Cada vez que le hablaba del último sobre rechazado, ponía los ojos en blanco y tras farfullar alguna palabrota, se sentaba en su estudio, volvía a sacar la vieja máquina de escribir y comenzaba otra carta.
Este ritual duraba ya veinte años, pero parece ser que un vacío legal le permitía, a mi marido no pagar la multa, y a la administración volver a solicitarla.
Supongo que en la administración existía otro personaje tan cabezón como mi marido, para que, por una multa de 300 pesetas llevaran mandándose cartas mensuales durante tantos años.
Este ritual duraba ya veinte años, pero parece ser que un vacío legal le permitía, a mi marido no pagar la multa, y a la administración volver a solicitarla.
Supongo que en la administración existía otro personaje tan cabezón como mi marido, para que, por una multa de 300 pesetas llevaran mandándose cartas mensuales durante tantos años.