miércoles, 12 de febrero de 2020

La arqueóloga del alma


Acercándose un poquito más al borde del barranco donde se esconde la risa, así la encontré. 

Le dije que no debería hacerlo, que estaba prohibido, pero ella era diferente, necesitaba ver, sentir, comprobar que eran ciertas las historias del pasado y que la risa existió. 

Ella se descolgó por el barranco con ayuda de una cuerda y al momento comencé a escuchar unos extraños sonidos que me helaron la sangre. Pasados unos minutos apareció al borde del barranco. Su cara era diferente, su boca dibujaba una extraña curva hacía arriba y sus ojos brillaban. 

Nunca volvió a ser la misma, nunca más volvió a ser triste como el resto del mundo.

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