jueves, 7 de marzo de 2013

Lo que duele querer a un hijo

...Estaba allí dormidito, en su cunita, tan indefenso, tan tierno. De repente se me puso un tremendo nudo en la garganta y mis ojos se inundaron de lágrimas sin que yo pudiera impedirlo. Intentaba pensar racionalmente y descubrir porque lloraba, en realidad debería ser feliz en ese momento, no tenía el menor motivo para llorar, no eran lágrimas de pena pero tampoco de alegría ¿que era entonces? Cuando conseguí calmarme un poco y reflexioné, descubrí que lloraba por el inmenso amor que sentía por mi hijo y que me proporcionaba incluso un dolor físico, ¡querer a alguien hasta doler! lo había oído en las novelas rosas que leía de joven  pero nunca pensé que yo lo iba a experimentar.
A medida que fue creciendo todos sus actos me dolían incluso más que cuando era un bebe indefenso, porque cada vez le amaba más y cada vez sentía más miedo por él... Dolor al verle caer mientras daba sus primeros pasos, dolor por dejarle llorando su primer día de colegio, dolor cuando se perdió en un supermercado al pensar en su miedo, dolor por el disgusto que sintió con su primer suspenso, dolor por verle infeliz con su primer desamor, dolor por su primera pérdida de trabajo, dolor por su matrimonio (yo no aguantaba a su mujer), dolor por su separación (a pesar de que yo no aguantara a su mujer), dolor por verle infeliz sin sus hijos al no tener su custodia, dolor por verle en el paro por la crisis, dolor por verle tener que volver a mi casa con casi cincuenta años por no poderse pagar una pensión, dolor por verle sumido en la desesperanza y la desilusión de un futuro.... ¿quién dijo que un hijo trae un pan debajo del brazo? Yo creo que trae una carga inmensa y muy, muy dolorosa, porque les quieres tanto que te duele todo lo que les pase y más si no les puedes ayudar. A pesar de todo él ha sido el motor de mi vida y lo sigue siendo, solo espero que recupere el control de su vida y vuelva a ser feliz para que, egoistamente,  yo también pueda serlo a mis setenta y dos años. ¡Te quiero, mi niño grande!...

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