lunes, 13 de julio de 2020

La España vacía

Ayer por la noche mis padres nos reunieron a todos los hermanos y nos comunicaron que nos íbamos a mudar de ciudad. Mis padres habían encontrado trabajo, pero había una condición para que se lo dieran, implicaba llevar a toda la familia, a ser posible dos hijos o más. Nosotros éramos tres hermanos así que teníamos prioridad con respecto a otras familias. Al principio nos hizo ilusión hasta que nos enteramos donde era el destino.

¡Un pueblo de Soria!.

Inmediatamentenos fuimos a Google Maps para ver donde estaba, como era, cuanta gente vivía allí y cada nuevo dato que encontrábamos nos decepcionaba más. Era un pequeño pueblo de 50 habitantes, no había tiendas, ni bancos, ni colegio, ¡nada!.

¡Mis padres nos querían llevar al fin del mundo! .¿Estaban locos o qué?

Nos quejamos, lloramos, discutimos, pero aquello no era una democracia. Ellos lo habían decidido y solo nos informaban.

Quedaba un mes de colegio y luego vacaciones. Era cuando íbamos a aprovechar a trasladar la casa. Mis padres habían decidido llevarse también a la abuela que vivía sola en Madrid. Ella naturalmente y con buen criterio protestó, aún se valía sola y le pareció que ir a un pueblo a estas alturas de la vida era un atraso, pero tampoco tenía opción de quejarse porque dependía de mi madre en muchas cosas.

Así que a finales de Junio desmantelamos la casa y migramos a Soria.

Nos cedieron una casa grande, pero vieja, que necesitaba muchos arreglos, pero lo bueno es que cada uno podíamos tener nuestra habitación. Tenía un patio muy grande.

En los siguientes días prácticamente el pueblo entero, las 50 personas que lo conformaban, habían pasado por casa para darnos la bienvenida y para presentarse.

Había tres niños más en el pueblo, dos hermanos de 10 y 12 años y otra niña de 13, así que nos juntamos con ellos al día siguiente para que nos informaran de cómo era la vida allí.

Descubrimos que solo había Wifi en el ayuntamiento pero que nos dejaban ir allí a cualquier hora y entrar en una sala que tenían con unas mesas y sillas para poder conectarnos. Nos contaron que el colegio e instituto más cercano estaba a 25 km y que venía un autobús a por ellos todos los días para ir a clase. Que estaba bien aunque en invierno era un rollo y algún día si nevaba mucho no podía llegar el bus y no iban a clase.

Ellos estaban encantados de tener más gente y enseguida hicimos amistad. Nosotros éramos tres hermanos, dos chicos de 9 y 14 años y una niña de 12. Así que solíamos juntarnos todos porque no había tanta diferencia de edad.

Aquel verano fue raro para nosotros porque por primera vez vivimos sueltos como potrillos. Todo el día estábamos con nuestros amigos en la calle, mientras mis padres trabajaban y adecentaban la casa. Ayudábamos en lo que podíamos, incluso a pintar, colocar los muebles, poner lámparas, cortinas. En poco más de un mes aquello parecía de nuevo un hogar. Mi abuela se encargaba de las comidas y de las cosas de casa y mis padres trabajaban en el pueblo haciendo cualquier cosa que el alcalde les mandaba. Mi padre, desde podar árboles, arreglar cosas de electricidad, barrer calles, pintar alguna fachada, y mi madre principalmente labores de limpieza y de taxista, llevando a la gente mayor del pueblo al médico o a comprar al pueblo cercano más grande….. El ayuntamiento tenía una furgoneta que dejaba a mi madre para llevar y traer gente cuando se necesitaba.

Llegó Septiembre y comenzamos el colegio y el instituto. Todos los días venía un autobús que paraba en la plaza del pueblo y nos llevaba a clase. Comíamos allí en el comedor del colegio y los que iban al instituto que tenían jornada continua y que no tenían comedor les dejaban entrar en el colegio a calentar los tuper que llevaban con comida y hacer tiempo hasta que venía el autobús y nos recogía a todos.

Las tardes las pasábamos en la sala de wifi del ayuntamiento haciendo los deberes porque muchas veces necesitábamos acceso a la red.

Después de todo no estaba tan mal la vida allí. Supongo que nos acostumbramos pronto a esa vida y tampoco había tanta diferencia de cuando vivíamos en Madrid donde los días de diario tampoco es que saliéramos mucho de casa.

En fin, ahora estamos expectantes porque nos han dicho que pronto va a venir otra familia con la intención de abrir un bar y que hará las veces de centro social, tienda, lugar donde poder también hacer gimnasia, dar cursos.

Poco a poco el pueblo crece…

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