miércoles, 21 de noviembre de 2012

Las maletas

...¡Del amor al odio hay una línea muy fina!. Ahora recordaba aquella frase y le venía a su mente una y otra vez mientras se limpiaba la sangre de sus manos. Acababa de cortar a su mujer en pedazos y había metido sus trozos en un par de viejas maletas. El ser carnicero había facilitado mucho esa labor, la sangre no le impresionaba y tenía mucha maña con el cuchillo. Limpió los bordes de una de las maletas que había quedado salpicada con pequeñas gotitas negras de sangre coagulada, se fijó en que una de las maletas llevaba aún una etiqueta atada con sus nombres y dirección y que en alguna ocasión les había servido para que aunque no llegará a su lugar de vacaciones, a menos volviera a casa sola tras un largo periplo entre aeropuertos y aviones.  Había pensado en abandonar las maletas en una vieja mina y enterrarlas en ella, pero de repente pensó. ¡A ella le gustaba mucho viajar! así qué, ¿por qué no llevarla al aeropuerto?  abandonarla allí en algún carrito de maletas, tardarían en averiguar quien era ella y para entonces, él sería el marido triste y preocupado por su desaparición y que además ayudaría compungido en su búsqueda. Solo esperaba que el amante de su mujer no lo acusara a él directamente, no se atrevería a salir a la luz y más siendo un personaje público como era, ¡callaría!, no le interesaba un escándalo.¿y si al final le pillaban? Bueno, al menos siempre podría vender la exclusiva del romance de su mujer a la televisión. ¡En la carcel con dinero siempre se estaría mejor que sin él!... 

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