martes, 1 de octubre de 2013

Un día más que llego tarde a trabajar

...La sangre chorrea por su cabeza, pero ella no se da cuenta, está en una especie de nube, camina como un zombi. La gente se va apartando de ella, dejándola pasar como si fuera una apestada. Nadie se acerca a ella, nadie la atiende y ella sigue, como una autómata, caminando sin rumbo por los pasillos del metro.

Finalmente una mujer mayor, que por edad podría ser su madre, la agarra de un brazo y la dirige a una banco del andén mientras le habla y le pregunta que le ha ocurrido y si se encuentra bien. Intenta tranquilizarla y pide a alguien a gritos que por favor avisen al personal del metro y que llamen al SAMUR. La mujer mayor abre su bolso y saca unos pañuelos e intenta presionarle la herida de la cabeza. La joven con la mirada perdida lanza un grito de dolor y finalmente cae desmayada. Un corrillo de gente se forma alrededor de ellas, entre varias personas la tumban en el banco. La mujer sigue presionando la herida, que no deja de sangrar.

Ya hay un charco grande al pié del banco. El resto de gente que les rodea, son mirones que hablan, critican, pero no hacen nada...Pasados unos minutos vienen 3 guardas jurados y la taquillera junto con dos médicos y el conductor de una UVI móvil. La atienden, le paran la hemorragia y se la llevan en una camilla con ruedas corriendo por los pasillos de la estación.

Finalmente todo el mundo comienza a irse comentando el hecho, solo queda la mujer mayor que sigue sentada en el banco mientras se intenta limpiar la sangre de sus manos. 

Ya llega tarde a trabajar, piensa si no sería mejor dejar algunas manchas de sangre para que su estricta jefa no piense que es otra escusa para llegar tarde. En esta semana ya ha llegado tarde cuatro veces. Pero ¿qué culpa tiene ella de viajar en metro y de que cada día pase algo diferente que le impide llegar a su hora?. 

El lunes, fue un suicidio, el martes una parada por apertura indebida de puertas por una reivindicación, el miércoles una avería técnica, el jueves huelga de maquinistas y hoy lo de la joven. Estaba convencida de que su jefa no la iba a creer y diría "¿con la cantidad de gente que viaja en metro no me digas que no había nadie más para hacerse cargo de la joven?¿acaso eres tú una ONG?". 

Terminó de limpiarse las manos y continuó su camino hacia el trabajo, pensando que a lo mejor aquello salía en los periódicos y no necesitaría pedir un justificante a la taquillera, como había pasado el resto de los días de esta semana. ¡Otro día que tendría que quedarse más rato a recuperar horas!...

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