...La sangre chorrea por su cabeza, pero ella no se da
cuenta, está en una especie de nube, camina como un zombi. La gente se va apartando
de ella, dejándola pasar como si fuera una apestada. Nadie se acerca a ella,
nadie la atiende y ella sigue, como una autómata, caminando sin rumbo por los
pasillos del metro.
Finalmente una mujer mayor, que por edad podría ser su
madre, la agarra de un brazo y la dirige a una banco del andén mientras le
habla y le pregunta que le ha ocurrido y si se encuentra bien. Intenta
tranquilizarla y pide a alguien a gritos que por favor avisen al personal del
metro y que llamen al SAMUR. La mujer mayor abre su bolso y saca unos pañuelos
e intenta presionarle la herida de la cabeza. La joven con la mirada perdida
lanza un grito de dolor y finalmente cae desmayada. Un corrillo de gente se
forma alrededor de ellas, entre varias personas la tumban en el banco. La mujer
sigue presionando la herida, que no deja de sangrar.
Ya hay un charco grande al
pié del banco. El resto de gente que les rodea, son mirones que hablan,
critican, pero no hacen nada...Pasados unos minutos vienen 3 guardas jurados y la
taquillera junto con dos médicos y el conductor de una UVI móvil. La atienden,
le paran la hemorragia y se la llevan en una camilla con ruedas corriendo por
los pasillos de la estación.
Finalmente todo el mundo comienza a irse
comentando el hecho, solo queda la mujer mayor que sigue sentada en el banco
mientras se intenta limpiar la sangre de sus manos.
Ya llega tarde a trabajar, piensa
si no sería mejor dejar algunas manchas de sangre para que su estricta jefa no
piense que es otra escusa para llegar tarde. En esta semana ya ha llegado tarde
cuatro veces. Pero ¿qué culpa tiene ella de viajar en metro y de que cada día
pase algo diferente que le impide llegar a su hora?.
El lunes, fue un suicidio,
el martes una parada por apertura indebida de puertas por una reivindicación,
el miércoles una avería técnica, el jueves huelga de maquinistas y hoy lo de la
joven. Estaba convencida de que su jefa no la iba a creer y diría "¿con la
cantidad de gente que viaja en metro no me digas que no había nadie más para
hacerse cargo de la joven?¿acaso eres tú una ONG?".
Terminó de limpiarse
las manos y continuó su camino hacia el trabajo, pensando que a lo mejor
aquello salía en los periódicos y no necesitaría pedir un justificante a la
taquillera, como había pasado el resto de los días de esta semana. ¡Otro día
que tendría que quedarse más rato a recuperar horas!...
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