domingo, 27 de enero de 2013

Sin dinero no hay entierro

-¡Niñaaa, corre, llama al 112, que creo que la abuela se ha muerto!...
-¡Ay, abuela, ahora no, no te mueras, que no podemos pagarte el entierro, vuelve, vuelve abuela!
Pero no, la abuela no volvió y efectivamente se murió. Cuando llegaron los del 112 ya no había nada que hacer y lo único que hiceron fué certificar su muerte pero con el jaleo no nos dieron el papelito con el certificado de defunción. Cuando se fueron ellos, llegó la policía y como no teníamos el dichoso papelito, nos obligó a desalojar la casa y esperar a que llegara un juez que lo certificara y mientras no pudimos ni velarla. ¡Pensé que a mi madre le daba un síncope y en vez de una muerta, tendríamos dos!. Unas vecinas nos recogieron y nos dejaron hacer las gestiones con los servicios sociales para ver como podíamos hacer para que la enterraran porque tristemente no disponíamos de dinero ni para eso. Mientras mi pobre abuela seguía allí en su camita, como dormida pero solita, sin nadie a su lado por culpa de un pequeño trámite burocrático y por un exceso de celo de la policía.
Naturalmente coincidiendo que era fin de semana hubo problemas para encontrar a un juez, y los servicios sociales dijeron que como mínimo hasta el lunes no se podría hacer nada. La metieron en una cámara hasta que se realizasen los trámites.¡pobre Abu, con lo friolera que fue ella siempre y ahora metidita en una nevera!. Finalmente conseguimos, ese lunes, que la sacaran de la nevera y la enterrarán en una fosa común, donde junto con otros ocho desconocidos compartirá su viaje a la eternidad. El único consuelo que nos queda a mi madre y a mi, es que al menos no estará sóla y con lo que le gustaba hablar, a mi abuela, seguro que les tiene a sus compañeros de tumba muy, pero que muy entretenidos con sus historias. ¡buen viaje Abu, te echaré de menos!...

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