...Se acercó la copa de vino tinto a la nariz, mientras contemplaba
disimuladamente los exagerados pechos de su actual acompañante. Saboreó el
caldo lentamente, pasando entre sus dientes la lengua mientras intentaba
descubrir cada uno de los elementos que daban aquel agradable dulzor. Una
pequeña gota fue bajando por su garganta mientras la imaginaba desnuda. La conocía
hacía solo un mes pero no había podido dejar de pensar en ella ni un solo día,
desde que se acostaron juntos. Sus vestidos ceñidos, sus altos tacones, su pelo
largo y negro le impedían pensar con claridad. Llevaba días que no hacía bien
su trabajo, por eso se decidió a llevarla con él en aquel viaje, para no tener
que distraerse pensando en donde, como, cuando y con quien estaría ella en su
ausencia. Le costó reconocerse en aquel hombre celoso, que nunca antes había
sido y que ahora le nublaba la mente.
Ella le miraba desde lejos con sus enormes ojos negros, mientras pasaba la
lengua un segundo sobre sus labios rojos,
tras saborear una copa de un maravilloso vino blanco afrutado. Estaba realmente
impresionada, nunca antes había conocido a un hombre como él, no era guapo,
pero al contrario que la mayoría de los hombres que conocía, y que la exhibían
como un trofeo, él en cambio la trataba como si fuera un tesoro que había que
guardar y proteger. Por eso quiso irse con él de viaje, porque se sentía amada,
deseada, pero no como el que cuelga un poster en la pared de su cuarto para que
todos lo vean, si no como el que cuelga un Van Gogh en su casa pero no se lo
enseña a nadie, celoso de su posesión. Tal para cual, un celoso y una
dependiente. Sus miradas se cruzaron y ambos levantaron su copa en señal de
brindis mientras se sonreían, cada uno absorto en sus pensamientos.
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