jueves, 16 de enero de 2014

Y así, tontamente, acabé pegándome un tiro

...Y así, tontamente, acabé pegándome un tiro. Lo último que vi antes de caer desmayada fue la cara de terror de mi abuelo, que era el que me había dejado aquel pistolón del siglo pasado sin comprobar si estaba cargado. Cuando volví en mí estaba en el hospital, tenía un vendaje al final de mi pierna, pero no había pie, aunque yo seguía sintiendo un fuerte dolor donde ahora solo había un gran vacío. Mi abuelo estaba sentado en un sofá al lado de mi cama dormitando, al parecer no quiso alejarse de mi lado durante toda mi convalecencia, se sentía culpable y si le hubiera valido me habría dado su propio pie. ¡Pobre! Me sentí triste por su dolor, a fin de cuentas yo sabía tanto de armas como él, desde los 5 años le había acompañado todas las tardes en su tienda de antigüedades, rodeada de trabucos, espadas, armas de todo tipo, mientras hacía los deberes, ya que mis padres trabajaban hasta tarde. Prácticamente me crió mi abuelo. Verle tan triste y tan culpable me obligó a superar el dolor por mi pérdida material para no perder su alma y su amor inmaterial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario