El ciervo se quedó quieto un instante. Llevaba muchos minutos corriendo de forma desenfrenada intentando escapar del fuego. Pero no veía salida posible, estaba rodeado de fuego.
Conmenzó a tener problemas para respirar, agonizaba y sus llorosos ojos se salían de las órbitas.
Se derrumbó y cuanto estaba en el suelo dejándose morir, un pequeño conejo apareció a sus pies. Le pateó para hacerle reaccionar. Cuando el ciervo levantó la cabeza le vió y sintió que aún tenía fuerzas, que ahora no estaba solo y tenía que buscar una salida por el bien de ese pequeño conejo. Sacó fuerzas de donde no las tenía. El conejo salto a la grupa del ciervo y ambos comenzaron a adentrarse de nuevo en el fuego.
Días más tarde los bomberon encontraron los cuerpos de los dos animales juntos y exhaustos pero vivos. El cuerpo del ciervo estaba muy quemado pero protegía al conejo.
Desde ese día se hicieron inseparables y en el centro de recuperación de animales tuvieron que mantenerles juntos durante la recuparación porque ambos se escapaban para buscarse.
Ahora el problema era como hacer para devolverles a su quemado mundo.
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