martes, 20 de agosto de 2013

El ladrón de tumbas

…An-Shi robaba tumbas desde que tenía cuatro años, su padre le hacía entrar por unos agujeros minúsculos y tenía que buscar los objetos que le indicaba bajo amenaza de una paliza si no le hacía caso. Nunca tuvo, por suerte, miedo a la oscuridad y con los años se convirtió en uno de los mejores expoliadores de tumbas, tanto, que estuvo muchos años en Egipto contratado por un grupo organizado de venta ilegal de antigüedades. Con el tiempo volvió a china, su país, porque le entró nostalgia. Pero allí quedaba poco que robar ya, demasiada gente en el negocio. Acababa de cumplir 40 años y había decidió dar un último golpe que le permitiera retirarse e intentar que su familia llevara una vida normal, educar bien a sus hijos e intentar que tuvieran una vida digna que él no pudo tener. Pero, aquella noche, mientras hacía un túnel, junto a dos amigos en una de la tumbas de la dinastía Ming a unos 50 kilómetros de Pekin y que ahora se había convertido en atracción de turistas, se le derrumbó el techo y quedó atrapado. Sus dos amigos, muertos de miedo, se marcharon sin dar ningún aviso y él quedó a oscuras, sin poder moverse y medio enterrado. Durante mucho tiempo estuvo solo, atrapado, recordando su infancia y echando de menos aquel pequeño cuerpo gracias al cual se escabullía por agujeros diminutos. Pasó demasiado tiempo hasta que lo encontraron, quizás si sus amigos hubieran hecho algo An-Shi seguiría con vida, pero cuando las autoridades lo encontraron fue demasiado tarde. Con él desaparecía una de las profesiones más antiguas del mundo…

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