jueves, 25 de octubre de 2012

Libertad

... Suerte que era negro porque así no tenía que pintarse la cara para camuflarse en la oscuridad. Se acercaba el momento de lanzar el ataque a la valla, estaba nervioso, un sudor frío le recorría la espalda. Esta vez se habían juntado más de cien nigerianos para atacar a la vez desde diversos puntos, así la guardia civil no tendría ocasión de coger a todos y al menos se aseguraban que algunos conseguirían su objetivo soñado.¡Entrar en España!.Era la segunda vez que lo intentaba. La primera vez que lo intentó, la policía marroquí se lo impidió y el recuerdo de aquella ocasión lo llevaría marcado para siempre en su ceja.
Esa noche mientras esperaba la señal, recordó su periplo hasta llegar allí. Su huida de casa siendo aún un niño para evitar el hambre y a las guerrillas que raptaban niños para hacerles soldados, sus numerosos y  duros trabajos por media Africa para conseguir el dinero que pedían las mafias por llevarle a Marruecos. Casi no recordaba a su familia, solo el rostro de su madre con lágrimas en los ojos diciéndole, ¡Vete hijo e intenta sobrevivir!. Estaba con esos pensamientos cuando sonó la señal, todos se levantaron y comenzarón a correr hacia la valla con escalas, palos, con tijeras para cortar los alambres. El ruido de los disparos al aire de la guardia civil, el ladrido de sus perros  y el sonido de las sirenas de los coches de la policía marroquí a lo lejos, se mezclaba con los gritos de sus compañeros de ¡libertad!,¡libertad! mientras intentaban entrar en territorio Español. Uno de los perros de la policía Española le cogió por una pierna y le tiró al suelo pero se arrastró tirando de él, no podía permitirse ahora derrumbarse tan cerca de su destino, comenzó a llorar, entonces un guardia le cogió del brazo y le ayudó a  levantarse mientras le dirigía a una ambulancia. Al fín lo había conseguido, su futuro seguía siendo incierto aunque sabía que durante unos meses comería caliente y tendría un techo.¡Aquello era el paraiso!

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