jueves, 4 de octubre de 2012

Los culebrones

...Se llamaban Luci y Pepa, dos mujeres que rondaban los sesenta años con las que coincidía cada día en el autobús. Solían sentarse, si no estaban ocupados, siempre en los mismos asientos detrás de mi. El viaje duraba casi una hora y mientras el resto de las personas del autobús dormitaban, leían o escuchaban música en silencio, ellas charlaban animadamente y en un tono bastante elevado, por lo que sus conversaciones eran públicas. Durante años fui testigo pasivo y obligado escuchante de las bodas de sus hijos, de saber cuan despiadadas eran alguna de las nueras o de lo maravilloso de algún yerno, o de la muerte de algún pariente, nacimientos de nietos... Poco a poco fui sabiendo tanto de sus vidas que comencé a tener "mono", cuando algún día no coincidíamos sentía que me faltaba algo, era como estar enganchada a un culebrón, necesitaba mi dosis diaria, además ahora estaba en un punto muy interesante de cuyo desenlace pretendía enterarme esa mañana, pero apareció solo Luci. Pasó junto a mi, nos dimos los buenos días que marca la educación y se sentó detrás mío en silencio. Emprendimos la marcha y comencé a ponerme nerviosa, sabía que el día anterior la hija de Luci tenía el juicio por la custodia de sus hijos y yo sin saber que había pasado. Tenía la necesidad de saberlo así que me levanté y me sente junto a ella y le dije, ¡perdona que te moleste pero tengo que preguntarte algo!. Me confesé a ella esperando que no me tomara por una loca cotilla, pero en cambio me miró con comprensión y comenzó a contarmelo todo. Aquello fue el comienzo de una gran amistad. Desde aquel día hemos cambiado de sitio y nos sentamos las tres juntas en la parte de atrás. Ahora me siento como una actriz de reparto y no una espectadora y me agrada.

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