…La chica respiró hondo antes de llamar al timbre, subir cinco
pisos sin ascensor le había dejado sin resuello. Una mujer muy mayor abrió la
puerta. La chica le explicó que la tenían censada como persona de más de ochenta
años y que desde asuntos sociales estaban visitando a todos los abuelos por ver
si necesitaban algo.
-¡Uyyy, ochenta años, quien los pillara guapa, tengo cien recién
cumplidos! ¡Pasa, pasa que te cuento! Siéntate ¿quieres un café o un vaso de
agua?
-Agua estaría bien, gracias, me ha costado subir hasta aquí.
La mujer se fue a la cocina despacito y trajo una
bandejita con un vaso de agua, unos dulces, una servilleta de tela y un florero
pequeñito con una flor de plástico. Entonces comentó.
-¡Pues eso es lo que yo necesitaría, un ascensor!. Lo que
peor llevo es no poder bajar a la calle, pasear, ir al parque, mis piernas ya
no dan para bajar las escaleras. La comida me la suben de la tienda de la
esquina, llamo por teléfono y me traen lo que necesito, que es poca cosa, y si
me pongo mala suele venir el médico del ambulatorio a casa…
-¿No tiene familia o alguien que le ayude?
-No tengo hijos, nunca me casé y el único sobrino que
tenía murió este año, tenía ochenta y un años. Ya no me queda ningún amigo, ni
familiar, los he sobrevivido a todos, es un poco duro pero es así. Además los
vecinos son muy buenos, alguna vez me han tenido que bajar “a la sillita la
reina” para ir al banco, que son unos pesados y quieren que cada dos por tres firme
unos papeles para que vean que estoy viva y poder cobrar la pensión. Pero ¡bebe,
bebe maja que tienes mala cara!. Y luego a ver si escribes un buen informe y me
ponen un ascensor, eso sería como si vinieran los reyes magos…Eso me recuerda
una vez cuando yo tenía ocho años que me pedí una muñeca de trapo y bla, bla…
La chica se quedó tres horas en su casa escuchando viejas
historias, no veía la manera de dejar a la anciana sin ofenderla y sin sentirse
mal por dejarla en su inmensa soledad. Finalmente se levantó, se despidió de
ella y prometió hablar sobre su caso. Cuando la puerta se cerró, la chica
comenzó a bajar aquellos cinco pisos que separaban un siglo de historias con el
mundo actual…
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