...Comenzaba el ritual de cada día, aparcaba el coche
cerca del trabajo, ponía la alarma de su móvil en modo despertador, bajaba el
sonido de la radio, quitaba la alarma del coche y cerraba el pestillo con ella
dentro, reclinaba el asiento y se dormía plácidamente durante hora u hora y
media, eso dependía del tráfico que hubiera habido esa mañana.
Vivir en una gran ciudad para ella había sido siempre un
sueño, pero ahora que sufría las consecuencias empezaba a echar de menos su
pequeño pueblo a orillas del mar. Si llegaba más tarde era imposible aparcar
por la zona y eso implicaba entrar más tarde y en consecuencia salir más tarde,
cosa que ahora con los niños se le hacía imposible, prefería madrugar y dormir
un rato en el coche para poder salir por la tarde a su hora y llegar "pronto"
a casa y disfrutar más tiempo de sus pequeños.
Cuantas veces ahora añoraba su feliz infancia, cuando
pasaba todo el día en la calle, sin prisas, sus meriendas, sus amigos, sus columpios.
Ahora sus hijos no disfrutaban igual, tenían millones de extraescolares, no
iban solos a la calle, sus meriendas no eran de pan del día y casi no estaban
en contacto con otros niños fuera del colegio. Definitivamente sus hijos habían
salido perdiendo con vivir en una gran ciudad, pero ¿qué hacer?, quizás mañana mientras
preparaba el ritual de sus siesta matutina podría dedicarle unos minutos a
pensar en ello, en el fondo era su momento de mayor lucidez y tranquilidad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario