viernes, 27 de septiembre de 2013

El robo del Sr. Manuel

...El anciano se paró ante el escaparate de una juguetería de barrio, estuvo mucho rato mirándolo, finalmente se decidió a entrar.
- ¡Buenos días joven, quisiera ver la muñeca del escaparate!
- ¿Cuál de ellas caballero?
- La que va vestida de enfermera.
- ¡Ah, la Nancy antigua!. Si un momento por favor.
El vendedor se la mostró al anciano y a éste se le pusieron los ojos como platos cuando se enteró de lo que costaba. La miró, miró y remiró en silencio. El tiempo pasaba y él no decía nada así que el joven le preguntó.
- ¿le gusta?
- ¡Si mucho, es que es el cumpleaños de mi nieta, pero creo que no voy a poder pagarla, con mi pensión no llego!
- ¡Vaya, lo siento!
El joven se disponía a llevarse la muñeca de nuevo al almacén cuando el anciano sacó una pequeña navaja y con sus manos temblorosas la abrió y se dirigió hacia el joven amenazándole.
- ¡Perdoné joven, pero me la llevo! ¡Esto es un atraco! Dijo con un susurro de voz y bañado en un sudor frío.
Al joven le dieron ganas de reírse en su cara. La situación era cómica. Le valdría un pequeño golpe  y tumbaría al anciano y luego podría inmovilizarle y avisar a la policía. Pero de repente se acordó de "La bici" que cuando era pequeño pidió y pidió y nunca llegó porque era muy cara y sus padres no podían pagarla. Entonces pensó ¡Qué demonios, que se la lleve, pobre cría!.
- ¡Tranquilo hombre, se la envuelvo y se la lleva, pero no me apunte más con esa navaja!, le dijo.
Finalmente, la metió en una bolsa y se la dio al anciano mientras le decía.
- ¡Espero que esto no lo haga muy a menudo porque en el barrio nos conocemos todos Sr. Manuel!
Al anciano se le volvieron a poner los ojos como platos.
- ¿me conoce?
- ¡Sí, su nieta va con mi hija al colegio! Y el barrio es como un pueblo, aquí se habla mucho. Sé lo de sus hijos que están los dos en el paro y lo de su mujer, que falleció hace poco y...
Los ojos del anciano comenzaron a ponerse vidriosos.
- Será mejor que guarde esa navaja y se marche con la muñeca antes de que llegue alguien. No se apure, que se la regalo yo para su nieta y no diré nada a nadie.
- ¡Muchas gracias joven, si hubiera más gente como usted otro gallo nos cantaría!, pero descuide que en cuanto consiga ahorrar, le juro por la memoria de mi mujer, que le traigo lo que vale. ¡perdone el susto que le he dado, no quería hacerle daño!.
-¡Lo sé, los sé, buenos días!
El anciano salió de la tienda y en su rostro había una mezcla de felicidad por conseguir el regalo para su nieta y de dolor por como lo había conseguido...

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