jueves, 27 de septiembre de 2012

Madrugadores

…Cuando entré, me fijé en que había unas cincuenta personas, distribuidas en grupos de cuatro. El silencio era impresionante, casi religioso. Comencé a caminar buscando un sitio donde sentarme y mientras, iba mirando los rostros de cada una de esas personas, algunas de las cuales tenían los ojos cerrados en estado de duermevela, otras simplemente miraban o pensaban en silencio y  otras fijaban sus ojos en libros o periódicos, en general sus rostros mostraba un gesto  triste o cansado. Encontré un sitio, me senté, cerré los ojos, el silencio me envolvió y  un sueño dulce comenzó a rondar mi mente. El silbato del tren, anunciando el cierre de las puertas del metro, me elevó a la realidad. Emprendimos la marcha hacia el interior de la ciudad, hacia sus profundidades más oscuras, comenzaba un día más envuelto de un silencio reflexivo.

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