miércoles, 26 de septiembre de 2012

Sin memoria

...Como cada domingo, desde hacía algunos años, fuí a ver a mi padre a la residencia donde estaba ingresado desde que perdió la memoria. Cuando entraba en su habitación y lo veía sentado frente a la gran ventana de su habitación mirando la calle se me hacía un nudo en el corazón, porque sabía lo que iba a suceder. Con un poco de suerte me confundiría con mi madre, o con la suya y me daría un gran abrazo, en el peor de los casos pensaría que era la enfermera y refunfuñaría por la comida. Lo que sucedió ese domingo me desconcertó, entré en la habitación, se giró y dijo ¡hola hija, cuanto has tardado! se levantó y me dió un gran abrazo y un beso en la frente. No pude contenerme y comencé a llorar entre sus brazos, aún fuertes y cálidos.Me volví a sentir la niña a la que su padre salva de cualquier problema. El comenzó a mecerme como cuando era pequeña y a susurrar ¡Tranquila, todo va bien, mama!.

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